1.  En nuestro lenguaje cotidiano, cuando hablamos de inteligencia, diferenciamos claramente este concepto de la idea del razonamiento lógico, que se reconoce como un conjunto de herramientas útiles para la inteligencia, pero que no se identifica con la inteligencia misma.

    La inteligencia presupone, en primera instancia, la capacidad de entender. De alguna manera, la persona inteligente es capaz de comprender la esencia de las cosas.

    Para comprender, se es capaz de analizar, de realizar deducciones, de relacionar unos hechos con otros; pero también de formular hipótesis, de imaginar nuevos conceptos, de anticipar posibilidades inexistentes, de sintetizar y formular nuevas teorías, que nos vemos obligados a contrastar con la realidad;  y también a definir caminos nunca transitados que constituyen una auténtica “terra incógnita”.

  2. Cuando hablamos de computadores, si queremos profundizar en su naturaleza, automáticamente llegamos al territorio de la lógica.  Todos los ordenadores que conocemos, conceptualmente, se pueden reducir a la Máquina Universal de Turing (UTM).

    La Máquina Universal de Turing está diseñada para procesar cualquier  algoritmo que definamos. Un algoritmo es un conjunto de instrucciones bien definidas que siguen las reglas de la lógica clásica.

 

¿Porqué entonces hablamos de Inteligencia Artificial  (IA) cuando deberíamos llamarlo Lógica Artificial (LA)?

Cuando hablamos de la Inteligencia Artificial pensamos automáticamente en dos ideas:

  1. Una inteligencia no humana, realizada por máquinas, con más capacidad que la nuestra gracias a la posibilidad de realizar razonamientos  y cálculos con mucha más rapidez y precisión que nosotros.
  2. Un vago temor derivado del problema de cómo controlar que esa inteligencia , al superar la nuestra, no defina sus propios fines, incompatibles con los nuestros y acabe sojuzgándonos, si no, finalmente , esclavizándonos.

Estas ideas son el producto de un intenso fenómeno mediático, donde se ha llegado a hablar incluso de si las máquinas pueden ser titulares de derechos, o si deben pagar impuestos.

Sin embargo, como hemos mencionado antes, el progreso de las tecnologías de la información se ha hecho mediante el progreso de algoritmos ejecutados sobre UTM’s.

La capacidad de los ordenadores actuales de manejar algoritmos de una manera más eficiente  que las personas (mayor velocidad de cálculo, capacidad de manejo de más datos, capacidad de crear nuevos niveles lógicos, etc) no dota a las citadas máquinas de capacidad de entendimiento, y por tanto, esas máquinas carecen de inteligencia en el sentido que hemos señalado al principio. El test de Turing se ha probado inadecuado para detectar si se ha conseguido verdadera inteligencia en una maquina.

Este hecho no elimina la importancia de las Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones  (TIC), a la hora de estructurar procesos organizativos y sociales más complejos y de escala global.

Sin embargo, es importante evitar algunos posibles fenómenos que no son deseables para la humanidad:

  • La creación de una nueva distopía basada en un nuevo concepto de superhombre ( el “Ubermensch” nieztscheano) que serían los “transhumanos”. Estos constituirían una nueva élite que se diferenciaría por su capacidad de entendimiento y manejo de una dimensión digital sobre las que se articularían los futuros procesos sociales y económicos.
  • El cuestionamiento del principio de legitimidad basado en las personas y el concepto de “una persona , un voto”, acompañado por un intenso proceso de manipulación de la información para favorecer a determinados grupos de poder, mediante la difusión de la postverdad, que es una forma moderna de denominar a la mentira.
  • El “asesinato social” como mecanismo para acallar voces discrepantes con la postverdad. Ya se observa que algunas personas que tratan de combatir la mentira (en forma de postverdad), sufren todo tipo de hostigamiento, si no abierta persecución.

En conclusión, nos jugamos mucho como personas cuando aceptamos, de manera irreflexiva y acrítica, alguna de las ruedas de molino con las que nos están haciendo comulgar los adoradores de un futuro hipotéticamente gobernado por la denominada, de manera deliberadamente exagerada, inteligencia artificial.